lunes, 7 de diciembre de 2015

Un grupo de alumnos pone ‘ojo al charque’ en los módulos educativos

El curso, el último de la segunda planta del módulo Pedro Áñez Pedraza II, parece haber sobrevivido a la batalla. Hay sillas desordenadas, grafitis hechos con marcador en la pared del fondo, una pizarra larga, infinita, con unos ejercicios de matemáticas que ya no asustan a nadie y seis estudiantes sentados con caras de que lo saben todo. Aarón Fuentes, un enorme adolescente de pelo en pecho y voz de niño, es el primero en hablar: “Al ingresar a clases, el año pasado, nos dimos cuenta de que las puertas se comenzaban a caer, de que todo estaba remendado, de que el 5º. B no tenía puerta, de que en la rampa había rajaduras, lo mismo en las paredes de las aulas”. “Los ventiladores no funcionaban o se bajaban, se caían. Los focos no daban”, añade María del Rosario Poñé, menudita y tímida, que levanta la mano para pedir permiso para hablar. “Hay problemas de electricidad notorios. Se malograban los ventiladores o se iban cayendo. No sabemos cuándo se terminarán de caer.

Los materiales del módulo no aguantan mucho, en el primer año se deterioraron y supuestamente son módulos de primer nivel”, interrumpe Aarón, fanático de Oriente y miembro de la barra. “A mi hermano se le cayó uno de los tubos fluorescentes en la cabeza. Todos se rieron, pero algo malo le pudo pasar”, cuenta Luis Miguel Rojas, buen alumno, con ojos achinados, presidente del centro interno del Pedro Áñez Pedraza.
No todos son compañeros de curso, pero todos son alumnos de la profesora Mirna Yucra, la maestra de Estudios Sociales de 32 años que con un post de Facebook logró tocar al poder municipal.

Ahora, estos chicos, quieren más. Ayudados por Federico Morón, publicista, directivo de Revolución Jigote, crearon el grupo público de Facebook #EstudiantesOjoAlCharque, una plataforma en la que cualquiera con un celular de acceso a Internet puede convertirse en un fiscalizador municipal. Luego de combatirlos durante semanas, la fanpage oficial de Santa Cruz Para Todos, el partido de Percy Fernández y Angélica Sosa, decidió reconocerla como una iniciativa válida y pidió que todos la usen para que les facilite el mantenimiento de los más de 100 módulos construidos.

Al principio era la fiesta
Era martes, mediamañana. Justo el día después de que Valeria I había aparecido en la portada de EL DEBER bailando de la mano de Angélica Sosa, que la ratificaba como reina del Carnaval. En un curso del Pedro Áñez Pedraza, Mirna Yucra y sus alumnos discutían sobre los bloqueos. Era el segundo día del corte de ruta de los camioneros en las puertas de la Aduana, y la Pampa de la Isla estaba aislada del centro de la ciudad. Ahí surgió la duda. Alguien propuso bloquear para exigir que arreglen el módulo, pero a otro -Yucra no recuerda quién- se le ocurrió una mejor idea: traer a la reina del Carnaval al patio del colegio para que le presten atención.

“¿Cuántas reinas tengo que traer para que refaccionen el colegio?”, descargó Mirna Yucra en el muro de Facebook de la presidenta del Concejo, que anunciaba que la Alcaldía financiaría el Carnaval.
El post se volvió viral. Trepó a otros muros, llegó al WhatsApp, se volvió noticia y Sosa respondió dudando de la existencia de Yucra. “Me asusté de la repercusión. No pensaba responderle, pero como ella insistió, le respondí”, dice Yucra, menudita, de voz chillona, amiga de sus alumnos y estricta a la vez.

Con su respuesta logró que la Alcaldía pintara todos los muros exteriores de la escuela e hiciera reparaciones cosméticas. Sosa prometió ir al Pedro Áñez Pedraza, pero al final desistió. Los alumnos le tenían preparada una carta, casi un pliego petitorio.

Por fuera, ahora el módulo de ladrillo y concreto luce en buenas condiciones. Por dentro, en las aulas, todo se cae. Las sillas en las que los estudiantes pasan clases son de madera prensada, fórmica y plástico. Con cada año que pasa se descascaran. Las pizarras son de cemento y tiza, no acrílicas como la de otros módulos. Las puertas de los armarios se caen, los blindex de las ventanas, sin mantenimiento, pierden los retenes de goma y se estrellan solos, como movidos por fantasmas. Las aulas para laboratorios son cuartos vacíos y el equipamiento de gimnasia, colchones de paja conseguidos “Dios sabe dónde”. Ya no los usan desde que un prebachiller se rompió la clavícula al caer cuando hacían una pirámide.

“En el Facebook nos están difamando. Dicen que nosotros nos colgamos de los ventiladores, por eso se caen. Pero a ver, ¿un ventilador va a aguantar a alguien de 58, 60 kilos. Es mentira”, reclama Stephany Conde, sentada al lado de Aarón. “Hay cosas que hacemos los alumnos, como pintar los bancos o las paredes, pero pensemos: ¿se van a rajar una pared por una patada de un estudiante? ¿Se va a salir el marco de una puerta? ¿Se va romper la rampa? No tiene coherencia lo que dicen”, aumenta Aarón.

El grandulón es un veterano del Pedro Áñez. Está en este colegio desde que eran dos hileras de cursos separados por una cancha llena de vidrios y cascotes que se convertía en un curichal cuando llovía. “No había vidrios en las ventanas y cuando llovía teníamos que corrernos hacia el otro lado del curso, era, ¿era?, era gracioso”, dice, dudando.
Cuando el año pasado, a finales de marzo, le entregaron el nuevo módulo, estaban tan emocionados que ayudaron a bajar el mobiliario de los camiones. Ahí se dieron cuenta de que algo andaba mal. Las sillas de plástico y madera prensada no aguantaron ni la bajada. Al ser levantadas por la mesita se desarmaban.

“Tuvimos que hacer una minga para arreglarlas”, cuenta Luis Miguel. Pero además, ese fue el único equipamiento que recibieron. Llevaron los viejos libros de la escuelita borrada por el edificio de Bs 55 millones y no pusieron un solo tubo de ensayo al laboratorio, ni repusieron computadoras ni sillas ni mesas para profesores, porque el ciclo primaria se había llevado todo. Los chicos se organizaron en un centro interno y comenzaron a hacer actividades. Compraron una computadora, un equipo de música y consiguieron ocho sillas para que se las turnen los 20 profesores.

También compraron un alargador de corriente de 50 metros, porque los alumnos del 5º. B se cansaron de ser sacados de su curso cada vez que otro curso necesitaba un aula donde los enchufes sí funcionaran.

A cambio de la ayuda, los estudiantes consiguieron derecho a voz en las decisiones de la escuela. Ahora, el presidente del centro interno participa de las reuniones de maestros con la junta escolar y los padres de familia. Ahora ya no los pueden hacer callar.

La plataforma
“Dicen que nos manipulan y eso no es cierto”, se queja Luis Miguel. Los adolescentes del Pedro Áñez Pedraza aseguran que fue decisión de ellos armar la plataforma en Facebook. Dicen que quieren dar voz al resto de los estudiantes de secundaria y no temen que la idea se diluya en los dos meses de vacaciones que tienen por delante. En la última semana de clases, los chicos se ocuparon de recorrer otros módulos de la Pampa de la Isla, se reunieron con otros dirigentes estudiantiles y coordinaron usar la plataforma. Ellos mismos se encargarán de promocionar su web desde el 1 de febrero de 2016, desde el primer día de clases.

“Queremos que otros estudiantes como nosotros jun-ten sus voces para que hagamos eco. No necesitamos ser mayores para opinar. Somos el presente, no el futuro”, arenga Stephany

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