En los últimos días hemos visto los problemas que enfrenta un centro educativo de nuestra ciudad por la expulsión de algunos alumnos, por protagonizar peleas callejeras en horario escolar y utilizando el uniforme del mismo.
No debemos olvidar que la función de los colegios es impartir instrucción y conocimientos, y que es la familia la que transmite valores y principios y tiene la misión de establecer límites en la conducta de los hijos. Desde el año pasado estamos esperando la promulgación del nuevo Código del Niño, Niña y Adolescente, adecuándose a nuestra realidad social, que, de acuerdo con el proyecto de ley presentado, desarrolla el tema del ‘acoso escolar’.
El acoso escolar, conocido, como hostigamiento y matonaje escolar y popularizado con el término inglés bullyng, es cualquier forma de maltrato sicológico, verbal o físico, producido entre escolares de forma reiterada dentro del establecimiento o del aula. Es una forma característica y extrema de violencia escolar y se produce generalmente en situaciones de desigualdad entre el acosador y la víctima.
En el caso que nos ocupa, se debería convocar a los adolescentes que han intervenido, junto a sus padres y responsables, para que puedan asumir la responsabilidad de sus acciones y someterse a la reglamentación del colegio, sin que les perjudique el derecho de recibir instrucción escolar en el centro educativo más cercano a sus domicilios y recibir orientación y apoyo sicológico
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