miércoles, 19 de abril de 2017

Celulares en el aula, ¿enemigos o aliados para la educación?


Como sucede con casi todos los artefactos tecnológicos, sus beneficios y sus perjuicios son resultado de la forma en la que se los utilice.

Esta semana, el presidente Evo Morales tocó un tema que ocupa a los sistemas educativos de varios países del mundo: sugirió que se prohíba el uso de teléfonos móviles en las clases y que los profesores decomisen los celulares de aquellos estudiantes, “en especial del nivel secundario”, que lo estén empleando en el aula.

La declaración del primer mandatario pone en la mesa un debate global que tiene voces encontradas. Mientras Bolivia apunta a la prohibición de los celulares, el año pasado la provincia de Buenos Aires (Argentinia) decidió implementarlos como una herramienta educativa, y Francia le da a cada colegio la libertad de decidir qué hacer, señala la educadora francesa Louisa Pouget.

Obstáculo o recurso
El pedagogo Álvaro Puente asegura que los smartphones son un instrumento educativo que puede ser utilizado como recurso pedagógico. Aunque es consciente de que puede ser distractivo de las labores escolares, hace una analogía interesante: “Al igual que un estudiante no puede conversar con alguien que está afuera a través de la ventana, no puede chatear” y habla de poner límites. ”(Los celulares) No se los puede tener a discreción y totalmente libres (…) tiene que haber momentos y tiempos”.

Sin embargo, Pouget asegura que “no hay ventajas reales de usarlo en el aula” y que, si bien hay que adaptarse a la evolución de la sociedad, los estudiantes “no deben olvidarse de que están en el mundo real en vez de estar siempre en lo virtual”, explicó en contacto EL DEBER.

‘Prohibido prohibir’
En lo que coinciden ambos especialistas es que prohibir el uso de teléfonos inteligentes no es solución para que los estudiantes presten más atención en clases. Pouget asegura que, al igual que sucede en muchos establecimientos franceses, se puede permitir su uso pero fuera del aula y en lugares específicos de cada establecimiento o, como propone Puente, la solución no pasa por decomisarlos sino por enseñarles a controlarse y manejar los aparatos “como se debe”: para facilitar el aprendizaje.

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